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el colador

Privado, público y conmovedor

 

 

El 7/10/11 en el programa “Tiene la palabra” -canal Todo Noticias de TV, conducido por Luis del Cerro y Lorena Maciel, con un panel de periodistas y público presente- el invitado era Miguel Ángel Estrella.

Hacía tiempo que solo me enteraba de él por noticias gráficas, que no lo veía ni escuchaba.

Su presencia renovó la impresión que siempre me provoca este artista: esa profunda serenidad en la que se conjugan sus raíces telúricas tucumanas, la ascendencia árabe, la influencia de los valores israelíes en su formación humanitaria y artística, la profunda fe religiosa cristiana y el pensamiento doctrinario de justicia social del peronismo. Más el placer de escuchar su discurso tan claro, en el que cada palabra es la justa, y bella es la justicia de todo el relato.

Hubo un aspecto, un preciso aspecto de esa entrevista: aquel durante el cual Estrella se refirió a Marta, su esposa durante quince años y fallecida de cáncer, en París, en 1975.

Los sentimientos extremos y avasallantes constituyen el núcleo íntimo del ámbito de vida más privado de un ser humano. Podemos decir que amamos (u odiamos) mucho, con desesperación, con locura. Comentar los síntomas que ese estado nos produce (insomnio, angustia, alegría, ganas de llorar o de reír por cualquier cosa), pero ninguno de nuestros confidentes o interlocutores podrá acceder jamás a la dimensión que adquiere ese sentimiento en nosotros ni a qué sucede en nuestro interior cuando lo experimentamos. Es pura subjetividad.

Justamente, la música se caracteriza por estar en consonancia directa con esos núcleos de emotividad, tanto en quienes interpretan como en quienes escuchan, y expresarlos, sin palabras.

En este caso, Estrella, sin levantar siquiera el delicadísimo velo de lo íntimo, pudo decirlo y mostrarlo como lo siente y lo ha sentido toda su vida.

Contó cómo conoció a Marta en un colectivo y se enamoró de solo verla, para siempre. El trascurrir de la relación. La vida en París. Los hijos. La enfermedad implacable. El apoyo y la solidaridad de quienes los querían y acompañaban en esos momentos. Explicó que cree en la teoría del reencuentro porque un amor mutuo como ese no puede quedar en suspenso para siempre. Que seguramente lo van a retomar cuando, en el futuro, vuelvan a encontrarse. Contó cuántos años tardó en poder volver a estar con una mujer y por qué no volvió a casarse nunca más.

Finalmente, coronó el relato: reiteró que el sentimiento mutuo era tal que ellos hasta hicieron el amor la misma noche en que Marta, después, murió.

Así, mientras el artista se despedía con su sonrisa serena, quedaban en suspenso en el estudio ciertos tenues sonidos como notas perdidas jugando en la cúpula de una sala de conciertos, como suspiros aleteando suavemente, como si el duende del amor hubiese desplegado silenciosamente sus velos y sus brillos para envolver la escena y resguardarla delicadamente, para siempre.

Marisa

 

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